jueves, 1 de enero de 2015

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Alma y Poesía

-Hanni Ossott
Publicado en EL NACIONAL 17 de Julio 1988.


"La cuestión de lo que pueda ser el arte en sí mismo
no puede ser respondida por el psicólogo..."
-C.C. Jung

La poesía moderna se inaugura desde una boda: alma y poesía. El poeta deja de ser un poeta de cantos épicos y descriptivos para adentrarse en el alma. "Yo soy otro" dijo Rimbaud. Lo otro comienza a hablar. La gran vasija del alma se abre, desde sus nocturnidades, desde sus imprecisiones y balbuceos, desde su falta de significado. El poeta Carl Sandburg al ser preguntado por el significado de uno de sus versos dijo: "Sólo Dios lo sabe".
El proceso creador es una experiencia límite. Se tocan allí fronteras. Entre la frontera habita la máscara, esa necesaria para devolverse a la luz de la conciencia y atraer la imagen que se ha robado al abismo. En este sentido ocurre igual que con Edelweiss, esa florecilla que los alpinistas roban a la altísima montaña como testimonio de su riesgo.
En la experiencia límite el estado es de escucha. El poeta recibe las voces dei alma, a veces completamente enajenado, como Rimbaud. Rilke no compuso las Elegías de Duino, le fueron dictadas. Oyó su visión interior, sus paisajes. Pareciera que el cuenco del alma en el poeta ascendiera para ser expresado y el misterio, lo impreciso, lo oculto adquirieran fisonomía. Nosotros no podemos precisar cuándo eso llega, esto permanece en el misterio hasta para los más grandes psicólogos. Sabemos que el proceso creador surge de una suerte de maceración de los contenidos psíquicos en el alma. Un madurar. Un tiempo propicio, aventurado, a veces azaroso. Y sobre todo una escucha. Porque la palabra es ritmo, música, canto. Y las imágenes nos llegan con su propio ritmo. Con el movimiento apropiado de su cuerpo, de su configuración.
Descender allí, desde las alturas diurnas de la conciencia a esa zona mediana y crepuscular, otorga alegría al poeta. Habrá entonces para él un festín. Los dioses porque no puede ser de otro modo le otorgan el beneficio de probar riquezas. No importa cuán fuerte pueda ser el plato. Horror, dicha, hastío, pasión. Frente a ello debe conservar el pie en la frontera para no sucumbir. Amarrado al mástil debe rezar la Letanía que lo mantiene al barco. Y es que la poesía es también la práctica de un ritual. El mismo sitio, el mismo escritorio, la misma pluma. El mismo miedo que nos invita a separarnos del papel, lo que no queremos hablar con los otros ese día para que no nos disturbe.
Lo que no queremos escuchar de la poesía misma... porque hiere.
La poesía es riesgo puesto que es alma. Desde el alma vivimos en el riesgo. Todo en ella es aparentemente inconcluso, provisional, equívoco, sombrío. La moralidad no entra en ella. Por eso la poesía es amoral, carnal, sangrante, doliente. Ni el alma ni la poesía están hechas para los acomodados. Pocos políticos acuden a ella, apenas recitan versos en recepciones y espectáculos. Quienes se entregan al alma y a la poesía trabajan desde la imagen del marinero que lucha en el mar. Adivinando, profiriendo invocaciones, escuchando la caracola.
Y el mar está allí, para hundirnos, revolcarnos, golpeando costa y puerto, playa... Porque él es también la Gran Madre, el ánima, la voz que rige y dicta la última palabra. El es el ritmo, el ritmo de la voz femenina, el alma de la poesía. Lo andrógino en perfecto casamiento.



Defensa de mi poesía

-Hanni Ossott
Publicado en El Diario de Caracas. 31 de Octubre de 1993.


Cuando escribí mi trabajo de ascenso para Profesor Asociado realicé tina exhaustiva investigación sobre lo que había sido mi poesía durante diez años. Ese trabajo se puede conseguir en la Biblioteca Central de la UCV. Hoy va no estoy para eso, tengo sólo un libro: Casa de agua y de sombras y debo preguntarme, así como se preguntan miles de profesores después de haber escrito enjundiosos trabajos, ¿por qué tenemos que defender un trabajo que se defiende por sí solo? Desde mi propia perspectiva, y tomando la salvedad que me concierne, me pregunto a mí misma, ¿por qué tengo yo que defender un libro de poesía, que vuela por sí solo entre los intersticios del alma o que podría derrumbarse, diluirse, por no tener la calidad que requiere intrínsecamente la poesía? Así, también me pregunto a mí misma ¿por qué un trabajo de ascenso en prosa debe asumir esta circunstancia? Pero dejémoslo así; supongamos que esto proviene de una cabeza calenturienta del Consejo Universitario o de cualquier Facultad de la Universidad Central de Venezuela. Lo voy a dejar así para deliberación próxima entre mis colegas.
El hecho es que yo presento un libro hoy que se llama Casa de agua y de sombras, ese libro consta de un prólogo breve, por cuanto se me exigía que fuese así; además, sentí la necesidad de escribirle un prólogo al libro.
El libro trata sobre mi infancia; la primera parte es sobre la enfermedad: la enfermedad de mi madre. Luego fue creciendo y abundándose en estancias y memorias acerca de lo que fue mi relación con mi padre y con mi madre, dos seres a quienes adoré. Por esa razón yo no publiqué ese libro hasta el año 1992, ocho años después de haberlo escrito, cuando mi marido y Rafael Arráiz Lucca prácticamente me lo quitaron de las manos. Yo no quería publicarlo, tenía miedo por ml sensibilidad, mi dolor, por el dolor de mi madre, por el dolor de mi padre. Eran muy míos y no quería que me los quitaran. Tenía miedo de que se inmiscuyeran en mi intimidad. Temía que un crítico estúpido participara de mi intimidad. Tenía miedo de mis propios miedos, en ese momento yo era una niña, y no podía ser otra cosa. Es suficiente.
El libro provino de un estado lúcido, a las 4 de la mañana, con una tacita de café y con un "insight" que afortunadamente me enseñó el Dr. José Luis Vethencourt. No sé cuanto tiempo estuve escribiendo ese libro. Pero al final vino el prólogo. El prólogo tiene visos de psicología infantil, pero nada tiene que ver con eso. Yo no soy psicólogo infantil. En el primer párrafo digo que un libro que rememora la infancia no puede ser "literario". Este libro que he escrito es precario para lo que puede ser la infancia, porque la infancia abarca una totalidad incomprensible para el ser adulto. La infancia es prístina, clara, inocente y corrupta. El libro de la infancia es un libro de memorias, si mi libro Casa de agua y de sombras es un libro de memoria. Ahí hay vestidos, bailes de mi padre con mi madre, estanques, presencias, ráfagas, un patio. la tristeza de Las seis de la tarde, la melancolía de la Navidad; es un libro melancólico.

El prólogo y estas reflexiones son fragmentarios. Nietzsche y Rafael Cadenas pensaron que la modernidad no podría escribir sino de manera fragmentaria, y esto es lo que me esta ocurriendo. Sólo puedo escribir esta defensa fragmentariamente. Además ¿qué tanto escribir?
Allí digo que si en el tiempo de la infancia no hubiésemos tenido "una cosa sagrada para reverenciar, un río, un mar, una montaña, un árbol, no hubiésemos sido poetas". La sacralidad es lo más importante en el ser humano, la sacralidad es un estado, una situación, una pasión por comprender, y sin esto no podemos vivir plenamente.
En Egipto, cuando yo estuve allí, murió un poeta, desesperado por la falta de sacralidad. Muchos poetas mueren por ello. La palabra sacralidad no se conoce. Es una palabra malversada. Malversación significa desperdicio. Y quizá pudiese meterme en asuntos que no me conciernen, pero creo que a nuestro país le falta sacralidad; a diario lo sentimos cada uno de nosotros y no podemos hacer nada con ello, porque la mayoría de los ciudadanos viven sin sacralidad.
También escribí: "Si al niño se le concede una hora diaria para la meditación será otra cosa". Pero esto no es sólo para el niño. Esto es para el hombre y la mujer. Debemos meditaren un "cuarto propio", sereno, plácido. Debemos tener tiempo para pensaren nosotros mismos y en los otros.
"La infancia requiere de una figura mítica que luego se quiebra", eso escribí, y luego agregué que "aprender la quiebra es necesario"; con ello quise decir que el dolor no se debe ocultaren la infancia y que del dolor vienen la abundancia y la riqueza, cono lo sabían Heráclito y Thomas Mann.
Atención, Rainer María Rilke me enseñó que "en cada enfermedad en la niñez uno se acercaba más hacia su propio centro"; la enfermedad en la niñez es un cuido, los padres están allí, las hermanas están allí, y el cosmos se abre a uno para cuidarlo.
La muerte esta también allí, y el niño debe aprender la muerte, suavemente. Sustituir su conocimiento por la historia de un viaje es una crueldad. La espera se vuelve abandono. Esto le ha pasado a muchos. Puede ser una ridiculez, pero hay que decirlo, sólo que en algunos, como es mi caso, se trastoca en poesía.

Quiero hablar también de mi ignorancia, pero no sé cuál es el hilo de mi ignorancia, no sé si soy sabia, no sé si soy ignorante, ando por el mundo recibiendo, aportando y nada más.
Tuve una casa que alguien una vez quiso sustituir por la mía, pero yo no lo acepté. Quise mi casa dolorosa, pesarosa, difícil, con todo el amor, con todo el odio, no un privilegio de la falsa riqueza sino una riqueza íntima.

Y ahora, quisiera desglosar algunas ideas de los ensayos que he presentado como sustento de mi poesía, porque resumen en parte lo que pudiera llamarse mi poética y mi relación con la poesía.
La experiencia límite, la del proceso creador, he dicho, es la del estado de escucha. "El poeta recibe las voces del alma" y el misterio, lo impreciso, adquieren fisonomía. El proceso creador "surge de una suerte de maceración", de un tiempo propicio, aventurado, a veces azaroso. El poeta tiene que saber escuchar.
Y aquí surge otra de mis reflexiones sobre la poesía, esta vez referida a lo que el poeta escucha, a la palabra. La palabra es ritmo, música, canto. Y las imágenes nos llegan con su propio ritmo. "El poeta, entonces tiene que descender desde las alturas diurnas de la conciencia a esa zona mediana y crepuscular. Allí se deleitará con el festín que los dioses le han otorgado. Porque el poeta, no lo dudemos, es un tocado por los dioses. Pero también es un ser en peligro de sucumbir. Por ello, la poesía es la práctica de un ritual, es la letanía que puede salvar al poeta. La poesía es riesgo puesto que es alma. Todo en la poesía es aparentemente inconcluso, provisional, equívoco y sombrío.
Yo soy un ser errático y por lo mismo mi relación con la poesía ha sido erótica. Literatura y erotismo son tiempo otorgado a la seducción. Lo importante, ya lo he escrito, no es terminar un libro, sino vivirlo, pulsarlo. El tiempo empleado en su elaboración, las caricias, la lentitud de las correcciones, la vibración en su relectura, constituyen la máxima expresión del cros. El hombre sueña desde el centro de la pasión, y el poeta sabe retardar la llegada a un centro de concentración y consumación. La literatura es cuerpo, carnalidad vuelta alma y espíritu.
¿Qué amamos los poetas? Esa es otra de mis inquietudes. Otra de mis divagaciones, como dice mi querido profesor y hoy mi jurado, Gustavo Díaz Solís. Amamos la playa, la literatura, el propio amor, la casa, la universidad, los amigos. Nuestro diálogo es un diálogo silencioso, pero no por ello menos efervescente. Lo otro se apresta para ser nuestro enemigo. Y esta oposición se resuelve en acto amoroso. "Se trata de una epopeya en donde el desencuentro está a la orden del día y en donde lo luminoso es casi un hallazgo". A veces surge un guiño de ojos y aparece en nosotros lo que Pavese llamó "estado de gracia", o "esa segunda vez", por la que reconocemos que el objeto de amor se corresponde con aquello que idealizamos. Desde esa genealogía, el poeta se hace matriz y genera símbolos para su construcción o para, por qué no decirlo, su destrucción. Y entonces surge la pregunta de Rilke ¿no es tiempo ya de que quien ama, en este caso, el poeta, se libere y, vibrando como la flecha, resista a la cuerda, para ser en el impulso de su salto más que ella misma?
A ello he querido agregar una palabra: la paciencia, la larga paciencia. Pues no siempre se puede saltar y el corazón, precario, lleno de estrías, sacrificado, se acongoja. "Tenso. En llanto, por amor, desde la espera. Tejiendo una rara y secreta fidelidad".
Poesía y muerte se conciernen. Ese saber instalarse frente a lo raro del existir es propio del poeta. Porque por encima de la existencia está la muerte: Lo que nos separa. Y el poeta ha aprendido de ella y Ie otorga su voz. Con filigranas teje su propio sudario y el sudario de los hombres, que no es otra cosa que la pasión por la vida, lo incomprensible.
Sin embargo, es necesario enfatizarlo, yo no creo en la separación de la muerte. El olor del tabaco de mi abuelo, las manos de mi padre, un traje de gasas, con ellos construyo mis poemas. Llevo raras lentejuelas apegadas a mi piel. Ellas cantan de melancolía. La muerte, para mí es quizás un himno.
Hablemos ahora del charco. Virginia Woolf supo que en las fronteras de la literatura y el arte siempre hubo un charco. Todo escritor alberga en sí un pantano. Lo deforme, lo cruel, lo podrido, el desequilibrio, se tejen y se mezclan entre nuestras más finas bondades. No obstante, nuestro empeño cono occidentales ha sido el de destruir a la serpiente Pitón, fija en nuestra alma. En el charco está la serpiente Pitón, esa que venció el curador Apolo.


Termino con un poema:
Uno debe rezar
en secreto

En cualquier parte

Uno debe rezar
sin Dios, con dioses con el desamparo

Uno debe repetir la letanía que extirpa el horror

Uno debe...
                con la papila abierta.





HANNI OSSOTT: LA PASIÓN POÉTICA

-Beatriz Alicia García
<bealgarna@yahoo.com>




Sólo conocemos una realidad: el ser humano sufriente, incapaz de vivir con plenitud,
incapaz de lanzar por la borda los problemas autocreados, incapaz de ponerle fin al dolor; el ser humano víctima de su propia psique, de sus opiniones, sus ideas, sus prejuicios; el ser humano ahogado por su miedo –el telón de fondo real de su vida- el ser humano crucificado por su existencia mecánica, vivida como repetición, llena de rigideces; el ser humano que “proyecta” su angustia en todo lo que hace, creando división, sufrimiento, agonía; el ser humano atenazado por sus propios productos: odio, afán de notoriedad, deseo de poder, todo para no verse y para sentirse y para compensar su poca importancia en el cuadro de las cosas; el ser humano consciente del desastre que ha creado y sigue creando, pero como imposibilitado para detenerse. Cualquier idea brota de este mismo marco y no hace más que nutrirlo; nutrir la historia del hombre, la épica del error.
-
Rafael Cadenas Realidad y literatura




¿Cómo llamarla a la luz que ha sido su Itaca inalcanzada? Debo hablar de su pasión poética, lo que para ella ha sido su centro fulgurante, su manera de asir el mundo, de crearlo, transformarlo, con una palabra que siempre surgió desde la pasión:


Veinte veces con la misma simultaneidad aparecida una
noche cualquiera, y aquellos gigantes, verdaderos des-
pojos de milagros infinitos, destrozan las armas de  an-
tiguos

        Faraones.
        Un mito
        Una gloria
        Diluvio de ocho estrellas barnizadas
                              Treinta soles
        Veinte hombres

Ocho trombos dejando los rugidos en inacabados pleni-
lunios. Deseo la recuperación definitiva de los jueves:
cartones de las mismas sombras: hilvanación de otras
palabras.
Así empieza uno de sus primeros textos publicados hace casi treinta años (1970) en la revista Imagen, tanto la poeta como la revista estaban naciendo a la luz pública en días particularmente delirantes, el primer número de la revista había aparecido dos años antes (1968). Son los días del “Mayo francés”; la Generación Beat (golpe, pulsación, latido), y las grandes poetas suicidas (Silvia Plath, Anne Sexton) en Norteamérica; el grupo literario “The Mersey Sound” en Gran Bretaña.

En aquel texto publicado de Hanni Ossott hay más pasión, necesidad de decir, que forma. Hay algo de automatismo psíquico, de alboroto surreal, donde el referente difícilmente podríamos buscarlo en la realidad cotidiana, conocida, las palabras conforman un mundo propio, muy sensorial, en el que predominan imágenes auditivas, sonidos. Ossott no escapa a la influencia de un escenario muy movido en el que se unen la Era Espacial, la revolución sexual, la desmitificación del arte, el reinado de los Beatles, la psicodelia, la búsqueda de nuevas puertas de la percepción, un sin fin de experiencias que marcarán a su generación. Veinte años después (1988) rememorando aquella época en una entrevista concedida a Rafael Arráiz Lucca, interrogada sobre qué recuerdos conserva de la época de la Renovación universitaria del 69, cuando estudiaba en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela dirá:


-Recuerdos fabulosos. Yo enloquecí con la renovación
de la escuela, fue una época preciosa, llena de fe, con ga-
nas de cambiar el mundo, la vida. Además todo se combinó
con la liberación sexual, la liberación de la mujer. (...) Aquel
fue un tiempo muy bello, de esplendor. *
Aquel primer poema publicado formalmente era prosaico, un tanto excesivo tal vez, en él todo está en germen. En él se entrelazan términos y fraseos del habla cotidiana con palabras de más fuerte carga significativa, con referencias más oscuras. Ya aparecen algunos de los temas que conformarán su poética, algunos de ellos son, la noche, el tiempo, el sueño, la soledad, la muerte, el cuerpo; todo está aún en germen, todo confluye, los mitos, los faraones, “la ciudad de los aullidos”, Marx, el amor libre, la ametralladora, un loro en la ventana, una guerra “hija del descreimiento”; se busca un lenguaje cónsono con todo ello, todo quiere ser dicho, lo exterior, pero así también el mundo interior, lo pensado, lo visto, lo leído. Es una suerte de crónica, un collage poético-prosaico de la época.


Quisiera dibujar un rostro lleno de luz, que irradiaba, debo irme casi veinte años atrás, Hanni Ossott es aún una mujer joven, muy hermosa y elegante. La conocí a comienzos de 1983, en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. Yo estaba terminando el bachillerato, estudiaba hasta la una en el colegio y a la caída del sol me iba a la Escuela de Letras de oyente. Nos encontró su pasión por Rilke. Yo venía leyendo a Rilke, gracias a un préstamo de Mario Fernández, mi profesor de Castellano y Literatura, y entre otros cursos, escogí asistir a uno que la profesora Ossott dictaba sobre Rilke. Entré una tarde con la antología de Plaza & Janés y solicité permiso para asistir al curso como oyente, el cual me fue concedido. A partir de ese momento se gestó una relación que el tiempo fue estrechando y dándole profundidad. En algún momento supe, quizá a través de Mario, quien había estudiado en la Escuela de Letras, que Hanni era poeta. Yo entonces iniciaba mis balbuceos poéticos y empezaba también a leer poesía, ya que con anterioridad me había ido preferencialmente por la lectura de narrativa; a los quince, dieciséis años, nos cuesta sintonizar con las profundidades de lo poético. Leemos tal vez un Rubén Darío escolar, un Neruda, pero no estamos muy abiertos a lo que entonces empezaba a leer, el ya mencionado Rilke, Rimbaud, los simbolistas, entre los venezolanos Rafael Cadenas, Eugenio Montejo, Elena Vera, Sánchez Peláez, autores de cuya poesía quedé prendada.

La poesía publicada por Hanni Ossott hasta el momento era Formas en el sueño figuran infinitos, Espacios para decir lo mismo y Espacios en disolución. Esos primeros libros no son lectura fácil, salvo quizá algunos textos de Espacios para decir lo mismo en los que predomina el juego y el humor. Salía en ese momento de la imprenta Espacios de ausencia y de luz. Entonces leí con algo de curiosidad, puesto que acababa de conocer a la poeta, una entrevista que le hizo Sergio Dahbar para el Papel Literario de El Nacional, con una hermosa foto de Vasco Szinetar. Allí decía Hanni sobre el poeta:

Es un ser distinto, casi especial, ya que entrega todas sus energías
a estar atento al mundo. Se ejercita en la atención y esas energías tienen
su precio. El poeta saca a la luz lo que la gente tiene entre los ojos, pero
no ve.


Entonces sentí una mayor empatía con ella, después de leer aquella entrevista, y me atreví a decirle que yo escribía versos, con algo de susto, de temor. Para mi sorpresa Hanni fue generosamente receptiva, me dijo que si quería podía ir a su casa a leerle mis versos. Así llegué una tarde a Le Chateâu, el edificio en Colinas de Bello Monte en el que vivía en ese entonces con su esposo.

Si bien ya yo escribía hacía varios años, esencialmente un diario, cuentos, cartas y alguno que otro poema, a partir de ese momento empiezo a escribir con conciencia de oficio. Hasta ese momento escribir se había convertido en una necesidad porque me era difícil hablar, en mi entorno inmediato familiar y de estudios pocas personas entendían mi inclinación excesiva hacia los libros, la escritura y mis indagaciones de alma; entonces hablaba con pocas personas, era una muchacha silenciosa cuya voz se escuchaba en el papel. Hasta que llegué una tarde a la Escuela de Letras y dejé de ser una suerte de exiliada en el país de mis escritos y mis libros, allí encontré interlocutores que hablaban mi mismo idioma y padecían mis dolencias o por lo menos similares.
Aunque para muchos podría parecer una perogrullada, escribir es un oficio, como cualquier otro, para ejercerlo con lucidez, inteligencia, pero también con pasión, no basta tener ganas de decir cosas, tener sentimientos, experiencias, entonces todo ser viviente sería escritor. Fue lo primero que me dijo Hanni. También hay que trabajar, domesticar todo eso y lograr expresarlo del mejor modo posible. Entonces empezó a sugerir, a tachar con un lápiz, de manera sumamente respetuosa: “Mira, aquí vuelves a decir lo mismo, eres reiterativa”, “este verso creo que no aporta gran cosa al poema, podrías prescindir de él y el poema quedaría más limpio”. Empecé a aprender algo que hasta ahora no sabía, la orfebrería del trabajo poético, a cortar y pulir, empecé a organizar y trabajar en lo que se convertiría luego en mi primer libro de poemas Música de fondo. Por primera vez en mi vida dejé de sentir mis textos como algo vergonzoso, escondidos en algún rincón de mi closet, empecé a sentir cierto secreto orgullo. Empecé a leerlos en público.
Me parece que entonces Hanni era una mujer feliz, como he dicho, irradiaba una belleza serena, como puede verse en la foto que en ese entonces le tomó Vasco Szinetar. Tenía las caídas que todo ser humano medianamente sensible tiene, mucho más si se es artista, poeta. Continué yendo eventualmente a su casa, leyéndole mis versos; luego empezó a leerme ella también sus libros inéditos, el primero de ellos fue Casa de aguas y de sombra, tal vez me lo dio a leer primero porque yo era muy joven y mi infancia no estaba demasiado lejos. Me pareció un libro muy hermoso. Ella tenía mucho temor a publicarlo, e incluso llegó a repetir en más de una ocasión que sólo se publicaría post-mortem, varios años después Rafael Arráiz Lucca, entonces Director de Monte Avila Editores y su esposo, Manuel Caballero, la convencieron para publicarlo.




* Arráiz Lucca, Rafael. Grabados. Academia Nacional de la Historia. Caracas, 1989. “Hanni Ossott: No me siento cómoda en el mundo”.



ANNI OSSOTT: ENTRE LA NOCHE Y LA LUZ

-Beatriz Alicia García
<bealgarna@yahoo.com>




No creo en la poesía de oficina, esa que se escribe religiosamente de 8 am. a 12 m. Pero tampoco creo en el asalto de las musas, repentino. Para escribir, como dijo Rilke en Los Cuadernos de Malte Laurids Brigge, hace falta haber vivido muchas cosas, ver, sentir, padecer, y domesticar esos padecimientos y experiencias. Eso difícilmente ocurre si nos sentamos a escribir todo el día. La vida no está dentro de cuatro paredes, no la vida que vale la pena ser vivida. La verdadera poesía, por lo menos con la que yo sintonizo, es una poesía escrita con pasión, en el sentido más amplio de la palabra. Un poema como Cuatro cuartetos de T.S. Eliot fue escrito con esa pasión de la que hablo, esa pasión que busca desentrañar la vida, auscultarla, entenderla. No hablo entonces de una poesía sentimental o amorosa Hablo de una pasión "domesticada", que ha pasado por el tamiz del lenguaje. Si uno lee el poema publicado en 1970 por la poeta venezolana Hanni Ossott, (1946), hay allí más pasión, necesidad de decir, que forma. Así empezamos casi todos, por una necesidad de decir, de expresamos, lo que aún no es poesía. Desde que se publicó aquel poema, lleno de imágenes sonoras, han pasado poco más de treinta años, y muchos poemas y libros fueron escritos por la autora. Su lenguaje se domesticó, tomó diversas formas, el poema en prosa, el poema más lírico, incluso el poema conversacional. Su lenguaje se expandió, se hizo vasto, en ocasiones se condensó ("El mar en mí no deja dormir"... "Nunca he visitado su tumba/la llevo”), igualmente escribió un largo y complejo poema "Del país de la pena", que pertenece a El reino donde la noche se abre, en el cual hace una profunda introspección e indaga en lo nocturno, la locura, la enfermedad, lo femenino, lo cultural en Occidente.
Nadie entre nosotros buscó tanto la luz metiéndose en la noche, abriéndola. Un riesgo peligroso, nietzscheano, para hablar de uno de los autores que apasionó a Hanni. Pero, no hay pasión serena, bofetada dulce, apuesta controlada. Esas síntesis no las fregamos los incidentales, no tenemos recipientes mentales para ellas, desafortunadamente. Una pasión es algo que te lleva, te arrastra, termina desbordando su objeto. En los mismos títulos de las obras de Hanni Ossott hay un movimiento pendular entre la noche y la luz, entre la reflexión y la pasión (Espacios para decir lo mismo, Formas en el sueño figuran infinitos, Espacios en disolución, Espacios de ausencia y de luz, Cuando llegue el día y huyan las sombras, El reino donde la noche se abre, Plegarias y penumbras, Cielo tu arco grande, Casa de aguas y de sombra, El circo roto) En ese "largo camino hacia la noche" que encierra más de dos décadas de intensa escritura, hay por una parte una búsqueda estilística, cada nuevo título publicado representaba una experiencia diferente, un trabajo con el lenguaje distinto, y de igual modo uña serie de temáticas en las que se centró su escritura: la noche, el cuerpo, la enfermedad, la memoria, la infancia, la muerte, el amor.
Quisiera referirme en estas líneas a un modo de expresión en su obra que ha sido quizá poco abordado, el humor. Mas que un recurso estilístico, que lo es, el humor es sobre todo una manera de enfocar la realidad, un modo de verla, como de reojo, oblicuamente. Esa manera de enfocar la realidad la vemos en los primeros títulos de su obra, por lo menos de manera evidente, hasta Cuando llegue el día y huyan las sombras. No es casualidad que aparezca en los textos que aluden a la cotidianidad ("Y un televisor,/canción de cuna de maridos"..."Y usted que se ha creído/eso de de ser arisca y sin pulítura cuesta/Así que no sea socarrón ni golpee puertas”) la autora es reconocida por sus títulos más líricos, más nocturnos, más dolorosos, El reino donde la noche se abre, Casa de aguas y de sombra, El circo roto. Si bien es cierto que estos títulos son de una gran profundidad y un trabajo de lenguaje verdaderamente extraordinario. Yo creo que a ella le gustaría que recordaran también su amor por la luz, por los placeres de la vida. Yo la vi jugando con su gato Ulises, disfrutando un pato pekinés, aspirando con placer un cigarrillo, riéndose de su marido, paladeando un Etiqueta Negra. Ella amaba la luz. Por eso ella se pregunta en su libro de ensayos Memoria en ausencia de imagen memoria del cuerpo: "¿Cómo devolver la vida al arte?".En ese mismo libro, un poco más adelante, cita a Kavafis, un poema que para mí se ha convertido en un axioma que trato de tener presente:

La delicia y el perfume de mi vida son la memoria de esas horas en que encontré y retuve el placer tal como lo deseaba.



textos tomados de: http://www.panfletonegro.com/cuarentaytres/especial8.shtml


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