sábado, 18 de octubre de 2014

Cristina Peri Rossi

Las pocas veces
que he sido feliz
he tenido un profundo miedo
¿cómo iba a pagar la factura?
Sólo los insensatos
-o los no nacidos-
son felices sin temor.


Cristina Peri Rossi (Montevideo, Uruguay, 1941) Reside en España
de Estrategias del deseo, Editorial Lumen, 2004

Iván Sierra

La postergación

Si tengo alguna enfermedad, algo que pueda corroerme por completo, consumirme mientras mezclo las piernas, en una caminata interminable, aunque segura, hacia el final, esa es la postergación. Postergo ordenar mi cuarto, mi agenda, mis cuentas. Postergo pasado, presente y futuro. Cuando me llamo- Iván, me digo- ¿Quién acude? Una caricatura malhecha que dice ahoritita y hace un guiño intraducible, algo que yo, desde la impotencia, no sé como entender.

Iván Sierra.

Gregory Corso

Hola...

Es desastroso ser un ciervo herido.
Soy el más herido, los lobos merodean,
y también tengo mis fallas.
¡Mi carne está atrapada en el Gancho Inevitable!
De niño vi muchas cosas que no quería ver.
¿Soy la persona que no quería ser?
¿Esa persona que habla consigo misma?
¿Esa persona de la que los vecinos se burlan?
¿Soy quien, sobre escalones del museo, duerme de costado?
¿Visto las ropas de alguien que falló?
¿Soy el tipo loco?
En la gran serenata de las cosas,
¿soy el pasaje omitido?


Gregory Corso.

A. Ginsberg

El peso de este mundo
es el amor.
Debajo de la carga de la soledad,
debajo de la carga
de la insatisfacción
el peso,
el peso que cargamos
es amor.
¿Quién podría negarlo?
Toca al cuerpo en los sueños,
crea milagros en el pensamiento,
en la imaginación padece
hasta que logra concretarse en otro cuerpo
-y mira desde el corazón
ardiente en su pureza-
porque la carga de la vida
es el amor;
sin embargo llevamos la carga con fatiga,
por eso es que debemos descansar finalmente
en brazos del amor,
descansar en los brazos del amor.
Sin amor no hay descanso,
no se duerme sin sueños
de amor-
Y aunque estés loco, obsesionado
con ángeles o máquinas,
el deseo final es el amor.
-Nunca es amargo,
y no sabe negarse,
no sabe contenerse aunque lo nieguen
es demasiado el peso.
-Y da sin esperar a cambio nada,
así como la idea nos es dada en soledad
en toda la excelencia de su exceso.
Los cuerpos tibios brillan juntos en lo oscuro,
la mano busca el centro de la carne,
la piel tiembla feliz
y el alma llega alegre al ojo-
Sí, sí,
esto es lo que quería,
es lo que siempre quise,
volver
al cuerpo
en que nací.
A. Ginsberg por A. Crotto

Ana Wajszczuk


 SON TODAS PUTAS


Ponen avisos en el diario ofreciéndote como mercadería porque sos una puta.


Te secuestran te drogan, te golpean, te prostituyen, tal vez hasta te matan, mientras tu madre pone patas arriba las comisarías, porque sos una puta. (2)


Te asesinan en la frontera de Tijuana porque a nadie le importa, si sos una puta.


Cierran Las Casitas, el barrio prostibulario más grande de la Argentina, para volverlo a abrir por orden [de un juez] federal a los pocos días, porque qué más da, son todas putas.


Te prenden fuego, te clavan ciento y pico de puñaladas, te lo merecés porque sos una puta. (3)


Te mutilan el clítoris a los ocho años porque vas a ser una puta.


Te cortan la pollerita [minifalda] en tevé para que muestres el culo porque sí, porque son todas putas. 


Muerta de hambre, una “Sociedad de Socorros Mutuos” te promete trabajo cruzando el océano y terminás en la Swig Migdal porque aquí o allá, ya eras una puta. (4)


En la guerra te violan del bando enemigo porque es tu merecido: sos una puta. (5)


Te casan de prepo a los doce con un viejo de cincuenta justo antes de que te vuelvas una puta.


Piden una dote por vos, porque algo siempre se paga por una puta.


Te lapidan porque fuiste adúltera: una puta.


Te golpean y te tiran del balcón porque sos una puta.


Decías que no pero querés decir que sí, porque en el fondo, todas son putas.


No te toman la denuncia de violación porque es tu marido, ¿o acaso sos una puta?


Perseguís hombres en las propagandas de desodorantes porque cuando no son obsesivas de la limpieza o madres, para el mundo publicitario son todas putas.


Te violan por provocadora, por puta.


Te gusta cojer [follar], claro, si sos una puta.


Te encanta mostrarte, como a toda puta.


En el fondo no sos lesbiana, si a todas les gusta, porque son todas putas.


Ellos tienen un instinto irrefrenable que deben satisfacer, y vos satisfacés porque sos una puta.


El “oficio más viejo del mundo”, ser una puta.


Una esclava, una mercadería, una “conejita”, una botinera, una actriz, una chica de tapa, una bestia en la cama: una puta.


En la bolsa de gatos de un mundo donde la subordinación sexual de la mujer muta por una cadena de significantes que van del relativismo cultural a la “liberación femenina”, pasando por los lugares comunes más enquistados y recalcitrantes, con el mismo estereotipo de fondo, apenas bastan dos sílabas para ocultar la denigración de todo un género.




Ana Wajszczuk (Buenos Aires, Argentina, 1975)
Las notas al pie son de María Claudia Cambi, la autora del blog.

http://dosorillas.wordpress.com/2012/02/19/son-todas-putas/




(1) Ana Wajszczuk es una poetisa y periodista argentina, nacida en 1975. Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires, con especialidad en Periodismo. Es coeditora de la revista de poesía joven latinoamericana Los Amigos de lo Ajeno. Actualmente trabaja como periodista en diversos medios de Costa Rica y Argentina.

sábado, 4 de octubre de 2014

RENÉ DAUMAL

Hechos Memorables


Acuérdate de tu padre y de tu madre, y de tu primera mentira cuyo indiscreto olor se arrastra por tu memoria.
Acuérdate de tu primer insulto a los que te engendraron: la semilla del orgullo quedó sembrada, resplandeció la fisura quebrando la unidad de la noche.
Acuérdate de los anocheceres de terror en los que el pensamiento de la nada te arañaba el vientre, y volvía sin cesar para picotearte como un buitre; acuérdate también de las mañanas de sol en el cuarto.
Acuérdate de la noche de liberación en la que, al caer tu cuerpo suelto como un velamen, respiraste un poco del aire incorruptible; acuérdate también de los animales pegajosos que te han vuelto a aprisionar.
Acuérdate de las magias, de los venenos y de los sueños tenaces –querías ver, te tapabas ambos ojos para ver, pero no sabías abrir el otro.
Acuérdate de tus cómplices y de los fraudes en común y de ese gran deseo de salir de la jaula.
Acuérdate del día en que desgarraste la tela y te apresaron vivo, inmovilizado ahí mismo en la batahola de bataholas de las ruedas que giran sin girar, contigo adentro, cogido siempre por el mismo instante inmóvil, repetido, repetido, y el tiempo no daba sino una vuelta, todo giraba en tres sentidos innumerables, el tiempo se cerraba al revés (y los ojos de carne sólo veían un sueño, sólo existía el silencio devorador, las palabras eran pieles secas, y el ruido, el sí, el ruido, el no, el alarido visible y negro de la máquina te negaba), el grito silencioso "Yo soy" que el hueso oye, por el cual muere la piedra, por el cual cree morir lo que nunca fue. Y tú no renacías a cada instante sino para ser negado por el gran círculo sin límites, todo pureza, todo centro, todo pureza salvo tú mismo.
Y acuérdate de los días que siguieron, cuando marchabas como un cadáver hechizado, con la certidumbre de ser devorado por el infinito, de ser aniquilado por la existencia única de lo Absurdo.
Y acuérdate sobre todo del día en que querías arrojarlo todo, de cualquier modo. Pero un guardián vigilaba en tu noche, vigilaba mientras dormías, te hizo tocar tu propia carne, te hizo recordar a los tuyos, te hizo recoger tus andrajos.
Acuérdate de tu guardián.
Acuérdate del hermoso espejismo de los conceptos, y de las palabras conmovedoras, palacio de espejos construido en un sótano. Y acuérdate del hombre que vino y lo rompió todo, te tomó con su tosca mano, te arrancó de tus sueños y te obligó a sentarte sobre las espinas del pleno día. Y acuérdate de que no sabes recordar.
Acuérdate de que todo se paga, acuérdate de tu felicidad, pero cuando te trituraron el corazón, era ya demasiado tarde para pagar por adelantado.
Acuérdate del amigo que te tendía su razón para recoger tus lágrimas brotadas de la fuente helada que violaba el sol de primavera.
Acuérdate de que el amor triunfó cuando ella y tú supisteis someteros a su fuego ansioso, rogando morir en la misma llama.
Pero acuérdate de que el amor no es de nadie, de que en tu corazón de carne no hay nadie, de que el sol no pertenece a nadie, ruborízate al contemplar el cenagal de tu corazón.
Acuérdate de las mañanas en que la gracia era como una vara amenazadora que te conducía, sumiso, a través de tus jornadas, ¡bienaventurado el ganado bajo el yugo!
Y acuérdate de que entre sus dedos entumecidos tu pobre memoria dejó escapar el pez de oro.
Acuérdate de los que te dicen: acuérdate. Acuérdate de la voz que te decía: no caigas. Y acuérdate del placer equívoco de la caída. Acuérdate, pobre memoria mía, de las dos caras de la medalla. Y de su metal único".

de “ Poésie noire, poésie blanche”, 1945.



La muerte espiritual


Tú siempre te has equivocado. Como yo, como todo hombre, te has dejado deslizar sobre pendientes fáciles y vanas. Tu espíritu no ha viajado sino en sueños hacia la verdad; tus más bellas teorías se desvanecen ante el muro de las apariencias. Este velo de formas coloreadas, de sonidos, de diversas cualidades sensibles, tan fácilmente declarado ilusorio, es sólido sin embargo. Es de allí de donde has partido; pero tomaste una puerta falsa. O más bien, has creído partir; te has dormido en el umbral y has soñado tus creencias sobre el mundo y sobre el espíritu.

Hoy yo te espero en el umbral. Intentaremos nuestros primeros pasos juntos. Ante todo te pido que mires lo que te rodea, en este momento, con la mayor simplicidad. Ve lo que se te presenta. Sobre todo, no empieces a cuestionar la realidad de este mundo: ¿en nombre de qué la juzgarías? ¿Sabes acaso lo que es la realidad absoluta? Quienquiera que emprenda un viaje debe partir del lugar donde se encuentra; no debe creer que el viaje ya ha sido realizado por tener en sus manos un itinerario preciso y detallado; la línea que ha trazado sobre un mapa sólo tiene sentido si él puede fijar el punto donde él está actualmente. Tú, también, búscate. Es decir: despierta, encuéntrate: el lugar donde te encuentras es el estado actual de tu conciencia, tomada con la totalidad de su contenido; es de allí de donde debes partir. Y toda nuestra especulación nunca será más que el itinerario de un viaje posible.

Toda metafísica que se basta a sí misma se parece al vano placer de un hombre que pasa su tiempo leyendo guías e itinerarios, combinando trayectos en un mapa, y creyendo que viaja. Hasta hoy los filósofos parecen no haber hecho otra cosa; o de lo contrario, si algunos llegaron a hacer viajes reales, ninguno ha sabido cómo hacerlo aparecer; y de esta manera, toda filosofía, incluso la que fue vivida por su creador como una experiencia real, sigue siendo un juego estéril, un juego inútil, para los hombres.

La prueba que te propongo llevar a cabo junto conmigo puede resumirse en dos palabras: permanecer despierto. Ante todo te pedí despertar, constatar de qué tienes conciencia en este momento. Tienes conciencia de un cambio continuo. Además, has sentido, bajo una u otra forma, una necesidad de llegar a ser algo que no eres todavía; pero es posible que –comprendiéndome mal- declares que no sientes nada semejante; aún entonces puedes experimentar que, si aceptas pasivamente las condiciones que se imponen a tu conciencia, duermes. Despertar no es un estado, sino un acto. Y los hombres están despiertos con mucha menor frecuencia que lo que sus palabras tienen la pretensión de hacerlo creer.

Tal hombre despierta por la mañana, en su cama. Apenas se ha levantado, ya está dormido otra vez; al entregarse a todos los automatismos que hacen que su cuerpo se vista, salga, camine, vaya a su trabajo se agite de acuerdo a la regla cotidiana, coma, hable, lea el periódico –ya que es en general el cuerpo sólo quien se ocupa de todo esto-, mientras hace todo esto, él duerme. Para despertar haría falta que pensara: “toda esta agitación está fuera de mí”. Haría falta un acto de reflexión. Pero si este acto desencadena en él nuevos automatismos, los de la memoria, los del razonamiento, bien podrá su voz afirmar que aún sigue reflexionando, pero él se ha vuelto a dormir. Así que puede pasar días enteros sin despertar un solo instante. Basta que pienses tú en esto estando en medio de una multitud, y te verás rodeado de una masa de sonámbulos. El hombre no pasa, como se dice, un tercio de su vida durmiendo, sino casi toda su vida durmiendo con ese verdadero sueño del espíritu. Y al sueño, que es la inercia de la conciencia, no le cuesta mucho atrapar al hombre en sus redes: ya que éste es natural y casi irremediablemente perezoso, quisiera despertar, es cierto; pero como el esfuerzo no le agrada, él quisiera -e ingenuamente lo cree posible- que este esfuerzo, una vez realizado, lo coloca en un estado de despertar definitivo, o al menos de alguna duración; así, queriendo descansar en su despertar, se duerme. Así como uno no puede querer dormir, pues querer, sea lo que sea, siempre es despertar; así tampoco puede uno permanecer despierto si no lo quiere en todo momento.

Y el único acto inmediato que puedes cumplir es despertar, es tomar conciencia de ti mismo. Entonces, vuelve tu mirada sobre lo que crees haber hecho desde el comienzo de este día: quizás es la primera vez que te despiertas realmente; y es sólo en ese instante que tienes conciencia de todo lo que has hecho como un autómata, sin pensamiento. En su mayoría, los hombres nunca despiertan siquiera hasta el punto de darse cuenta de haberse dormido. Ahora, acepta –si quieres- esta existencia de sonámbulo. Tú podrás comportarte en la vida como ocioso, como obrero, campesino, comerciante, diplomático, artista, filósofo, sin despertar nunca, sino cada cierto tiempo; justo lo necesario para gozar o sufrir de la manera como duermes; sería incluso tal vez más cómodo –sin cambiar nada de tu apariencia- no despertar en absoluto.
Y como la realidad del espíritu es acto, no siendo nada la idea misma de “substancia pensante” cuando no es pensada en el presente, en ese sueño, ausencia de acto, privación de pensamiento, no hay nada: es realmente la muerte espiritual.
Pero si tú elegiste ser, has emprendido un camino muy duro, siempre en subida, y que reclama un esfuerzo a cada instante. Tú despiertas: e inmediatamente debes despertar otra vez. Despiertas de tu despertar: tu primer despertar aparece como un sueño a tu despertar profundo. Por esta marcha reflexiva la conciencia pasa perpetuamente al acto.
Mientras que los demás hombres, en su gran mayoría, no hacen más que despertar, dormir, despertar, dormir; subir un escalón de conciencia, para volver a bajarlo de inmediato, sin elevarse jamás por encima de esta línea zigzagueante. Tú te encuentras y te reencuentras lanzado en una trayectoria indefinida de despertares siempre nuevos, y como nada vale sino para la conciencia que percibe, tu reflexión sobre este despertar perpetuo hacia la más alta conciencia posible constituirá la ciencia de las ciencias. Yo la llamo METAFÍSICA; pero, por ciencia de las ciencias que sea, no olvides que ella jamás será sino el itinerario trazado por adelantado, y a grandes rasgos, de una progresión real. Si lo olvidas, si crees haber acabado de despertar porque has establecido por adelantado las condiciones de tu despertar perpetuo, en ese momento, otra vez te quedas, te quedas dormido en la muerte espiritual.




de "Últimas palabras del poeta”
tomado del blog : http://el-placard.blogspot.com.ar/2011/12/rene-daumal.html